jueves, 17 de marzo de 2016

Confesiones

Confesión de un adicto



Cuando ando pirado en el barrio de ñero
con la mona o el churro en mi viaje muy ido
un espejo me dice: “te miras jodido,
deberías pararle y no andar de culero.”

Y lo puedo entender, putearme no es chido
con la dosis de fuga de un wey prisionero,
¿Hay razón de que inhale ese polvo de albero
que me inmola las horas y roe mi nido?

A mi raza enfermó mi adicción al desmadre
—a mis viejos, mis hijos, sobrinos y hermanos.—
Ya no quiero más deudas, pues sé que mi madre

perdonó mis excesos confiando en el hombre.
Hoy recaigo y peleo con sangre en las manos
que se vierte y entinta narrando mi nombre.

© Amarante M Matus


Algunas palabras utilizadas son coloquiales en México y tienen varias connotaciones:
mona: un algodón con solvente que inhalan para drogarse,
churro: cigarro de mariguana,
ñero: en el barrio es como llamarle a un amigo, compañero con sentido fraternal pero también tiene una connotación negativa que denota al vago de la colonia, al cuate de la palomilla o la banda.
culero: una persona que se porta "mal", que se mete en problemas y actúa de forma egoísta, También una mala persona, capaz de dañar a otra en su integridad. Nada que ver con la definición del diccionario,
wey: aquí es una palabra que tiene muchos sentidos con connotaciones negativas y/o positivas. Se le llama güey, wey o huey a cualquier persona, conocida o no y lo mismo al hombre que la mujer: ¿Qué onda wey?; conoces a ese wey; te quiero wey.




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