lunes, 29 de abril de 2013

Reflexiones desde la cueva


MI MEMORIA Y SU JUEGOS

Alex Alemany
 
En la lectura uno encuentra posibilidades y alternativas al mundo dado, uno encuentra otros mundos, otras realidades. En su ejercicio uno nutre el universo con sus distintas interpretaciones y en paralelo va construyendo el propio con retazos tomados de aquí y de allá.

Soy un mal lector porque mi memoria es mala, eso sí, sibarita en la coyuntura del encuentro con las letras que arman una historia posible probable o encantadoramente fantástica, creíble.

De esa desmemoria brotan a ratos chispazos, golpes de ansiedad que requieren ser plasmados, vertidos a la hoja de papel.

De ahí la necesidad de decir cosas, de contar historias breves, de intentar espacios de recreo para alimentar el espíritu y poblar de esperanza la realidad con la irrealidad de lo que vaya saliendo de estas manos y esta memoria, caprichosa memoria que se empeña en ocultarme cosas para revelarme las posibilidades de una realidad simultánea que pelea por salir a la superficie para saludar un mundo al que observa desde dentro e impaciente espera por su oportunidad.

viernes, 26 de abril de 2013

EL PASEO



Tenían tiempo de no pasear; años de no conocerse y conocer a alguien. Un día ella salió a caminar por el parque, se descalzó y dejó que la textura de aquella accidentada alfombra llena de colorido y vida le hiciera cosquillas en las plantas.
Él caminaba por la acera y ya traía cientos de metros en el registro de sus mocasines. Quería despejarse, olvidar la presión del trabajo. Por inercia se dirigió hacia una banca de aquel parque cuando el guiño de aquellos pies desnudos llamo la atención de las suelas cansadas pero alertas de sus cómodos zapatos.
Una corriente eléctrica en ambas direcciones subió por sus extremidades, hasta disparar una sonrisa que culminó con rumbo a la fortuna compartida de ese encuentro. La dicha de caminar acompañados por la ruta de la esperanza, nació ese día.

lunes, 22 de abril de 2013

BIOGRAFÍAS: María Félix


María Félix: La creación de una estrella


María Félix nació en Sonora el 8 de abril de 1914, hija de Bernardo Félix y Josefina Güereña su verdadero nombre fue: María de los Ángeles Félix Güereña. Desde su infancia quería ser diferente y siempre manifestó su desinterés por ser como las demás niñas. Prefería jugar con su hermano Pablo, con quien se generó un vínculo muy especial, ya que en su carácter coincidían bastante. Desde muy corta edad, mostraba una fuerte personalidad. Una ocasión fue expulsada de la escuela y tuvo que quedarse a estudiar en casa, mostrando su naturaleza rebelde e inteligente a pesar de su problema: era tartamuda, razón por la cual se abstenía de participar en las conversaciones.

Bernardo Félix era un padre rígido y cuando lo nombraron Director de la Oficina Federal de Hacienda de Guadalajara, toda la familia se trasladó a la capital del estado.

Desde la adolescencia María lucía como una joven muy bella y desarrollada, esto provocaba envidias  a su alrededor y la relación que tenía con su hermano ya no estaba bien vista, sobretodo por su madre, pues ya no veía con buenos ojos sus juegos y el apego que ambos mostraban. Sin embargo, ellos tenían mucho en común, él era para María como un ídolo y cuando su madre se percato que aquella relación ya no era como la de dos hermanos,  comenzó a separarles, hasta decidirse a enviar a Pablo a la Cuidad de México al internado del Colegio Militar. Tiempo después María volvió a ver a Pablo y quedo fascinada con él, pero al poco tiempo de esta visita Pablo se suicido en el Colegio Militar. María cayó en una gran depresión dado el significado de Pablo en su vida. Este acontecimiento marcó especialmente su vida.

A los 16 años participó en un concurso de belleza con los alumnos de la universidad y fue elegida reina; éste fue el primer reconocimiento a su belleza. Meses después  conocería a quién en poco tiempo sería su marido, Enrique Álvarez, agente de ventas de los cosméticos Max Factor hijo de una familia acomodada. María y Enrique tuvieron un corto noviazgo. Ella pensaba que al casarse conseguiría la libertad tan anhelada, pero al parecer sólo pasó de una cárcel a otra. Su matrimonio desde el principio fue un desastre; su marido era un hombre sumamente celoso y en ocasiones llegó a maltratarla. María se embarazó y esperó con gran ilusión su único hijo: Enrique Álvarez Félix quien naciera el 6 de abril de 1936, dos días antes de su cumpleaños.

El fracaso de su matrimonio y las infidelidades de su marido la llevaron al divorcio. Regresó a casa de sus padres llevando al pequeño Enrique consigo para tiempo después partir a la Ciudad de México a los 26 años.

Al llegar al D. F. se hospedó en una casa de asistencia y consiguió trabajo como recepcionista  en el consultorio médico de un cirujano plástico quien estaba más interesado en ella como modelo que como secretaria. Meses después, el padre de su hijo solicitaría su consentimiento para llevarse al niño de vacaciones. Ella accedió, pero tiempo después él se negó a devolverle al niño y por medio de influencias quiso quitarle la patria potestad del pequeño Enrique.

En 1940 mientras miraba los escaparates de una tienda se le acercó un hombre, el productor Fernando Palacios, quien resultara ser su descubridor y, deslumbrado por la belleza de María le propondría trabajar en cine.

Después de varias presentaciones en actos públicos, su personalidad impactó tanto a actores como a productores  recibiendo una invitación de los hermanos Calderón, para representar en los Ángeles la belleza de la mujer mexicana en la celebración de las fiestas de independencia.

A su regreso, recibió varias propuestas para trabajar en pequeños papeles y por supuesto las rechazo. Su idea era debutar en plan estelar.

Estuvo bajo la tutela de Palacios durante dos años, tiempo en el que éste la preparó. Gabriel Figueroa le hizo una prueba de fotografía que le ayudó a conseguir su primer protagónico al lado de Jorge Negrete, en ese entonces figura reconocida en el medio artístico. Su primera intervención en la industria fue en “El peñón de las ánimas” de Miguel Zacarías, quien le proporcionó un entrenamiento previo. Durante meses se dedicó a enseñarle todo lo necesario para que ella adquiriera los modales requeridos para el cine; lo más difícil fue corregir su tartamudez y Zacarías lo consiguió; logró que María lo controlara hablando pausadamente. Zacarías declaro: “María es una mujer hermosísima, posee un esplendor increíble, pero hay que  quitarle la arrogancia, la insolencia” (AGRASANCHES R., 2000: 28 ).

Jorge Negrete se negaba a compartir el estelar con una debutante como ella y estaba abiertamente en su contra. En aquel tiempo vivía un tórrido romance con la actriz Gloria Marín,  su coestrella en una película anterior. Juntos habían alcanzado mucho éxito y él quería volver a actuar con ella, sin embargo, María le fue impuesta. La filmación se desarrolló en un ambiente de mucha tensión y nadie podía imaginar que diez años después, el odio se convertiría en amor y se consumaría en matrimonio.

La prensa, puntual para la proyección de la reciente estrella comentaba el descubrimiento de una nueva y bella figura. Los productores con su  buen olfato y previendo la promesa de María, el estrellato, aun sin haber terminado el rodaje de “El peñón de las ánimas”, le ofrecieron un contrato para protagonizar la película “María Eugenia”, acompañada de Rafael Baledón. Cuando se estrenó “María Eugenia”, la recién llegada a las pantallas era ya una gran estrella. En los anuncios de la película su nombre, acompañado de una foto suya, aparecía por encima del título del filme. María de los Ángeles Félix renunciaba a su segundo nombre y desde entonces se le conoció como María Félix.

La tercera oportunidad en el cine la tuvo con “Doña Bárbara”, adaptación de la novela de Rómulo Gallegos. Él mismo quiso que le diesen el papel. Doña Bárbara era una mujer de aspecto masculino, pero muy hermosa. Erguida sobre su caballo campeaba con sus pantalones para montar y un látigo en la mano. Se había convertido en una devoradora de hombres implacable y resumía con pocas palabras su opinión sobre los mismos: ¡Asco de hombres! Esta película marcó la carrera y la vida de María Félix para siempre. Así nació la María devoradora de hombres, la mujer sin alma, la mujer fatal. Paco Ignacio Taibo I, señala en su libro La Doña que: “Doña Bárbara era tan María, que María era para siempre la Doña”.

Personaje e interprete se  habían vuelto un solo ser. Productores y guionistas pronto entraron en el juego e hicieron un cine para ella, para ese personaje llamado  María Félix, en gran medida creación de sí mismo a través de un trabajo basado en la disciplina y una férrea voluntad. Con sus desplantes resumió este fenómeno: “Mi oficio ha sido ser guapa, pero una guapa con entendederas, para saber qué me convenía en el cine y qué en la vida.”

El actor Tito Novaro le presentó a Agustín Lara, el músico más popular de México. Novaro lo hizo porque era amigo de Agustín y porque sabía lo mucho que María lo admiraba. Agustín la acompaño al estreno de “Doña Bárbara” y elogió mucho su actuación. Luego la invitó a cenar y comenzaron sus amores. Poco tiempo después se casaron. Pasaron su luna de miel en las playas de Acapulco y fue cuando el genial músico, inspirado como nunca, compuso “María Bonita”. Su canción vals fue en un himno entonado para María en cualquier parte del mundo en que se presentara.

Era considerada por todos como una mujer dichosa. Tenía un esposo rico y famoso que la adoraba; los directores de cine se la disputaban como estrella de sus filmes y recibía sueldos fabulosos. Tenía una casa bonita y cómoda, pero lo más importante para ella era haber conseguido recuperar a su hijo con la ayuda de Agustín.

María Félix y Agustín Lara comenzaron a tener problemas; Él le acusaba de infidelidad y comenzaba a celarla de cualquier hombre. De sus múltiples peleas, hubo una en la cual intento asesinarla de un tiro; para fortuna de ambos la bala no alcanzó a dar en el blanco y aunque Agustín le pidió perdón, ella decidió dejarlo para siempre poniendo fin al matrimonio.

Después de ese fracaso comenzó a relacionarse con el millonario Jorge Pasquel, quien la colmó de grandes regalos además de proponerle matrimonio. La lección la había aprendido y ella lo rechazo porque el señor Pasquel era un tipo muy celoso. Mientras tanto, su carrera continuaba en ascenso: causó furor con “Doña Diabla”, un papel clave en la construcción su personalidad, en la creación del personaje.

Recibió una propuesta para filmar en España la versión cinematográfica de la novela de Blasco Ibáñez, “Mare Nostrum”, donde su coestrella sería el famoso actor español Fernando Rey. A su llegada a la madre patria tuvo un gran recibimiento por parte del público. Después de “Mare Nostrum” filmó “Una Mujer Cualquiera” también en España mientras que en México era galardonada con  su segundo Ariel en 1949 por “Río escondido”.

Regresó a México después de haber vivido tres años en España; su fama había crecido y por esa época conoció a Salvador Novo y Diego Rivera. Diego le pinto un retrato al óleo donde aparecía con un traje blanco, transparente, con los hombros descubierto y revelando su cuerpo entre encajes. El retrato no fue muy de su agrado mas Diego estaba loco por ella. Tan lo estaba, que llego al grado de proponerle matrimonio sin importarle que ya estuviera casado con la pintora Frida Khalo.

Vuelve a España para filmar “La noche del sábado”, y acepta la propuesta de trabajar en el cine italiano. Ahí conoció al poeta francés Jean Cocteau, que escribió una historia para cine especialmente para que ella la interpretase: “La corona Negra”. Fue la época en que se relacionó  con muchos intelectuales.

La película que finalmente la convertiría en una estrella de Europa sería “Mesalina”, una producción costosa después de la segunda guerra mundial. Convertida en la figura cinematográfica mexicana más admirada y mejor cotizada, viajó a Argentina para estelarizar el filme “La pasión desnuda”, al lado del actor argentino Carlos Thompson, quien se enamoró perdidamente de ella y le propuso matrimonio; ella aceptó, pero antes de casarse se arrepintió.

Después de cuatro años de ausencia, a su llegada México, lo que más le sorprendió fue el recibimiento con un ramo de rosas en la mano de Jorge Negrete, quien diez años antes había sido su acérrimo enemigo. En 1952 ambas estrellas se relacionan sentimentalmente y finalmente se casan el 18 de octubre del mismo año. Se dijo que aquélla, había sido la boda del siglo.

Desde 1949 no filmaba en México. A su regreso fue contratada para filmar “Camelia”, luego haría dos películas más junto a Jorge Negrete: “Reportaje” y “El rapto”. Iría luego a París para filmar “La bella Otero”. Cuando Jorge Negrete muere en los Ángeles, María regresa a México para los funerales,  y después vuelve a París para concluir la filmación de “La bella Otero”. En Europa también Filmó con Jean Renoir “French Can Can” donde uno de sus coestrellas fue Jean Gabin. Además, filmó al lado de Yves Montand “Los héroes están fatigados”.

Después regresaría a México para filmar, “La escondida”, junto a la única figura que nunca podría opacar en la pantalla: Pedro Armendáriz. Fue en esa época que llegó a su vida el banquero Alex Berger, un hombre culto con quien se casó el 22 de diciembre de 1956 y regresó nuevamente a París. Lo relevante de su relación con Alex, fue el hecho de que él le permitió continuar en el cine, respetaba mucho su carrera y ella compartía con él sus éxitos. Después de casarse con Alex filmó, “Flor de mayo”, del novelista Vicente Blasco Ibáñez; y filmó con el actor norteamericano Jack Palace.

Con Pedro Infante protagonizó “Tizoc” antes de que éste muriera trágicamente en un accidente aéreo. Cuando la llamaron a filmar “La cucaracha”, pidió que Dolores Del Río fuese su coprotagonista. En el elenco también estuvieron Emilio “EL Indio” Fernández y Pedro Armendáriz. Tiempo después filmó “Miércoles de ceniza” junto a Arturo de Córdoba; la cinta fue un éxito. Con Luis Buñuel filmó la cinta franco americana “Los ambiciosos”; el protagonista masculino fue el francés Gérard Phillipe. En ésta cinta su personaje era de una gran crueldad y el choque de temperamentos de los actores era muy evidente en la película.

María destacó en la industria cinematográfica nacional, latinoamericana y europea, pero siempre se negó a participar en la meca del cine norteamericano. Su primer desnudo lo hizo a la edad de 49 años en la cinta “Amor y sexo”.

Siempre llevó una buena relación con su hijo Enrique Álvarez Félix, quien se graduó en la carrera de ciencias políticas, pero luego decidió seguir los pasos de su madre y convertirse en un actor destacado, consiguiéndolo.

Tras 18 años de matrimonio, murió su esposo Alex Berger en 1974 y al poco tiempo también su madre. Después de estas pérdidas sufrió una fuerte depresión.

La última cinta que protagonizó antes de retirarse fue “La genérala”. Luego decidió dedicarse al cuidado de la cuadrilla de caballos que su marido le había heredado. Tres años después su amigo Miguel Alemán Velasco, le pidió trabajar en “La constitución”, una novela histórica.

A los 67 años conoció a Antoine Tzapoff, un pintor francés 29 años menor que ella. La diferencia de edades no fue un impedimento para que se estableciera una relación de 18 años, que culminaría con la muerte de ella.

Murió el 8 de abril de 2002, día de su cumpleaños número 88, de un paro cardiaco mientras dormía. La noticia conmocionó al mundo. Su pueblo le lloró y le acompañó en su último adiós. Los mexicanos se despedían de la última diva que tuvo el cine de la denominada época de oro.

María Félix logró consolidar la personalidad que caracterizó al personaje en que se convirtió a partir de la cinta “Doña Bárbara” (1943) de Fernando de Fuentes. Su vida tuvo un cambio radical, al punto de vetar una personalidad propia para dar paso al mito que construyó alrededor suyo. La cinta es una historia de Rómulo Gallegos y lo más notorio de la película es la voluntad femenina que muestra la protagonista: “Lo memorable es la masculinización del temple femenino. Más que un personaje excepcional, Doña Bárbara es para María la clave del quebrantamiento del machismo de la industria, que inmoviliza a las presencias femeninas en razón de la inferioridad de su sexo” (MONSIVÁIS C., 2002: 72).

En la mayoría de sus películas María representó a la mujer fatal, fría y calculadora: “La mujer sin alma” (1943, de Fernando de Fuentes), “Amok” (1944, de Antonio Momplet), “Vértigo” (1945, de Antonio Momplet), “La devoradora” (1946, de Fernando de Fuentes), “La mujer de todos” (1946, de Julio Bracho), “Que Dios me perdone” (1947, de Tito Davison) y “La diosa arrodillada” (1947, de Roberto Gabaldón). En estas cintas, a su disposición tendrá una serie de hombres sometidos a su voluntad; y aunque esté condenada al amor, a la soledad o al final trágico, la única opción para su destino parece ser el castigo pagado con el fracaso existencial por su actitud hacia la vida como mujer altanera y rebelde.

En “La mujer sin alma”, María se queda sola, aislada por su falta de escrúpulos; en “Amok” muere en un intento de aborto; en “Vértigo”, asesina a su amante; en “La devoradora”, el amante la mata de un tiro el día que ella se casa por interés; en “La mujer de todos”, la soledad es la recompensa de su traición; en “La diosa arrodillada”, el amante (Arturo de Córdoba) se suicida.

Durante su periodo de filmación en España, Francia, Italia y Argentina, periodo que comprendió de 1948 a 1952, sus películas fueron algo mediocres. Se considera que fue la etapa más pesarosa de su filmografía y “si en rigor nunca es actriz, en sus películas en el extranjero apenas resalta su presencia” (MONSIVÁIS C, 2002: 74).

Ismael Rodríguez en 1959 con “La cucaracha”, tuvo la oportunidad de reunir a cuatro de las grandes mitologías del cine mexicano: María Félix, Dolores del Río, Pedro Armendáriz y Emilio “El Indio” Fernández. Esta cinta le permitió a los personajes interpretados por María y Dolores, pero especialmente a la primera, trabajar y explotar el tema de la revolución haciendo resaltar la participación de la mujer presente en aquella época en la figura de la soldadera. A partir de ésta y de una serie de películas en las que participa, la figura de la soldadera se vuelve imprescindible, como lo demuestran las cintas: “Juana Gallo” (1961, de Miguel Zacarías), “La bandida” (1963, de Roberto Rodríguez), “La valentina” (1966, de Rogelio A. González) y “La genérala” (1970, de Juan Ibáñez). “La Doña es la caudilla inolvidable por el rostro, inaccesible por el énfasis viril. El levantamiento de cejas es el preámbulo de la tormenta, y la voz grave le confiere a frases simples el aire de sentencia inapelable” (MONSIVÁIS C., 2002: 75).

Las últimas cintas que filmo fueron: “Si yo fuera millonario” (1962, de Julián Soler) y  De amor y sexo” (1963, de Luis Alcoriza). El mito de La Doña se mantiene hasta su retiro, más de la personalidad forjada a golpes de oportunidad e inteligencia, que de una plataforma cinematográfica respaldada por cintas como “Enamorada” o “Río escondido”, que fueron más una excepción que la regla en su carrera, ambas de Emilio Fernández.

La vida de María Félix a los años siguientes de su retiro, transcurre entre homenajes, relaciones sociales con gente de poder e intelectuales y opiniones que suscitan a la crítica. El único momento reconocido del quebranto de su personalidad fue el que llegó con la muerte de su único hijo, Enrique Álvarez Félix.
 

 
-AGRASÁNCHEZ, Rogelio Jr., Miguel Zacarías, creador de estrellas, Universidad de Guadalajara, México, 2000.

- MONSIVÁIS C., “Nadie podrá inspirar lo que tu inspiras”, Proceso, 14-04-02

 

viernes, 19 de abril de 2013

Magia en el cielo



Una lluvia de luz atravesaba velozmente el cielo. Conforme se acercaba a una estrella que parecía cobrar vida, plasticidad y movimientos, su traslación se tornó lenta hasta quedar suspendida.

Aquella masa luminosa comenzó a desperdigarse. Era un ejército de ángeles que se dispusieron cómodamente sobre su ingravidez para disfrutar del espectáculo de aquella estrella que graciosamente giraba, saltaba y dibujaba estéticos movimientos en un animoso baile.

Una migración de aves que testimonió a la distancia el evento, detuvo su periplo y subió muy alto… tan alto que acompañó aquella danza con sus trinos.


La música obedecía la batuta de la estrella y el azul variaba de matices con las mareas desatadas por la solista… mientras, un cerco de nubes empezó a rodear a los exponentes del milagro y acogió a los invitados que poco a poco se fueron sumando al recital que esa noche cubrió el cielo.

jueves, 18 de abril de 2013

La analogía del trovador y el juglar: Fito Páez


UN ROSARINO EN BUENOS AIRES

Nos regresamos a la Argentina, pueblo de grandes juglares y trovadores de nuestra América Latina; particularmente a Rosario, tierra del Che Guevara y su prédica revolucionaria.

En esta ciudad, 35 años después de nacido Ernesto Guevara, aterrizaría uno de los genios musicales de la bandera celeste y blanca, que no es trovador en las formas pero sí en fondo cuando se sienta frente a su piano para contarnos historias envueltas en  canciones, ya por más de tres décadas y más de veinte discos.

Es en el contexto de la denominada movida rosarina, movimiento de rock underground, donde Páez se integra a la banda de Juan Carlos Baglietto como tecladista junto con su amigo Rubén Goldin. Con Baglietto, además de arreglista colabora con varios temas en las producciones “Tiempos difíciles” y “Actuar para vivir”. El disco Tiempos difíciles “…fue presentado durante la guerra de Las Malvinas en el Estadio Obras Sanitarias el 14 de mayo de 1982, en un recital histórico que se considera como el momento fundador de la llamada Trova rosarina.

“La Trova rosarina es el nombre con que se identifica a una generación de músicos de la ciudad de Rosario en Argentina, surgido a comienzos de la década de 1980. El movimiento se caracterizó una variedad de propuestas innovadoras para la música popular, con raíces en el rock, el tango y el folklore.”

En 1983 se incorpora a la banda de Charly García para la gira del disco “Clics modernos” y en 1984 participa en la grabación de “Piano Bar”. Es cuando conoce a su primera pareja sentimental, Fabiana Cantilo, corista de la banda. Este año también marca su carrera como solista con un contrato firmado con EMI y la aparición de su primer álbum llamado “Del 63”

Hay tres temas que me gustaría comentar de este primer disco en los que encuentro una constante que está enraizada en la visión que Fito tiene de la música y a mi juicio, lo hace un Trovador rockaroleando.

En “Rojo como un corazón”  nos dice en una de sus líneas  “no es cuestión de acordes ni de ritmos” y agrego, sino del proceso de creación, del matrimonio y compromiso  del artista con la estética musical e lirica que busca el punto de encuentro en la ecuación música público. En “Canción sobre canción” nos habla de la letra, el pentagrama, la inspiración y los sonidos de los instrumentos en ejecución junto con la voz… idilio, vida del cantautor que trabaja para su público. La recompensa con el tiempo es el reconocimiento masivo sin que el artista haya sacrificado convicciones ante las exigencias del mercado. Por último, “La rumba del Piano” es un reconocimiento a esa pareja, compañero de teclas marfil y ébano con larga cola y voz propia lo mismo llena de energía que de dulce melancolía o nostalgia. No puedo dejar fuera la canción homónima del álbum, una crónica que hace la glosa de los veinte veintiún años que ya han pasado al día de su alumbramiento.


 
En su segunda producción “Giros” hay dos temas que pasan los años y no pierden un segundo de vigencia. Se escuchan tan frescos como hace 28 años: “11 y 6”, una historia probable romántica y universal que así como inicia termina, de lírica sencilla y esperanzadora, llena de la ternura de dos enanos y la fortaleza del Olimpo; una lluvia de imágenes  a cada nota entonada por voz o piano.

“Yo vengo a ofrecer mi corazón” uno de los temas más interpretados, y en ese sentido homenajeado. Ana Belén, Eugenia León, Pablo Milanés, Martirio, Mercedes Sosa se cuentan entre las voces que han dado vida a este tema.

De momento llegamos al final de esta entrega que será la primera de varias más porque hablar de Fito Páez: de su música, su lírica y lo que de trovador hay en su trabajo como cantautor no se agota en estas líneas.

 
 

lunes, 15 de abril de 2013

BIOGRAFÍAS: Dolores Del Río

What Price Glory

Dolores Del Río: Una estrella en Hollywood

 
El  3 de agosto de 1904 en la ciudad de Durango, todavía en los últimos años de la idílica paz porfiriana, en la casa del aristocrático matrimonio formado por Jesús Leonardo Asúnsolo y Antonia López Negrete y López, nacía la niña María Dolores Asúnsolo López.
 
 
Para esta familia el año de 1910 y la revolución que encabezaba uno de sus familiares (Doña Antonia era prima de Francisco I. Madero) sería la fecha que marcó los destinos de la pequeña Dolores, una niña enormemente sensible y privilegiada. Privilegiada no sólo por sus orígenes aristocráticos, sino por el talento y la capacidad de comunicar con las expresiones de un rostro, que desde muy temprana edad empezaba a mostrarse. Rostro cuyos hermosos y estilizados rasgos indígenas ya se podían adivinar sobre su piel cobriza.
 
 
El centauro del Norte, Francisco Villa, obligó a la familia Asúnsolo López a abandonar su natal Durango para establecerse en la ciudad de México. A decir del historiador de cine y biógrafo de la diva de Hollywood en los veintes y treintas, David Ramón: las mejores cualidades de la ciudad, Durango, Dolores se las llevo consigo: elegancia, claridad, integridad y transparencia. De las enumeradas, sin duda, todas pudo llevarlas a las pantallas nacionales adecuándolas al trabajo y al rigor desarrollado durante su etapa en México.
 
 
Dolores estudió en el Colegio Francés con las monjas, responsables de sus clases y formación en los valores del catolicismo y su iglesia. Aprendió que la discreción era una virtud tan maravillosa como fundamental. Esto lo pudo aplicar bien a su vida que transcurrió lejos de los escándalos y las presiones de un mundo de oropel y plástico como lo era Hollywood en sus inicios. Se dice que en la escuela era muy aplicada, desde ella aprendió el valor y el rigor de la disciplina.
 
 
Se enamoró de la danza cuado un día asistió a ver a la rusa Ana Pavlova. Más tarde, confirmaría su gusto por ésta arte escénica  al asistir a presentaciones de Antonia Merced, “la argentina”. Es entonces cuando logra convencer a sus padres para que le permitan tomar clases de danza, acentuando dos de las cualidades que poseía de manera natural: gracia y elegancia. Esta facultad de aprender a expresarse por medio de su cuerpo es la que en un futuro inesperado le abriría las puertas de la cinematografía estadounidense en un momento de “crisis” económica por la que atravesaban ella y el que fuera su primer marido.
 
 
Dolores del Río conoció a Jaime Martínez del Río Vinent, hombre culto y de mundo interesado en las artes, durante los ensayos de una presentación para una obra de caridad. Ella interpretaría un baile español. Después de dos meses de haberse conocido y tratado, los padres de la joven de 17 años no tuvieron el menor inconveniente en la boda de su única hija con un hombre mayor para ella que significaba el mejor partido para su hija dadas las costumbres de la época y de su clase. Así, el 11 de abril de 1921, se consumaba el matrimonio de la pequeña Dolores Asúnsolo López.
 
 
Su luna de miel fue un viaje por Europa y éste constituyó su universalidad. Al parecer este viaje la alejó para siempre de un mundo restringido a los estudios y su casa; un mundo compuesto por su formación académica convencional y confesional custodiada por monjas, de un tiempo y costumbres marcadas por las normas fuertes y austeras de una clase social demasiado conservadora; tenía que ajustarse a las reglas de su clase o enfrentarse al riesgo de la exclusión, la marginación y la estigmatización del círculo social.
 
 
Un mal negocio efectuado por su esposo les colocó en una situación de precariedad, dadas las condiciones y  lujos a los que estaban acostumbrados a vivir. Un buen día, en casa de Adolfo Best Maugard, un amigo muy cercano al matrimonio, se encontraba entre los invitados el destino de Dolores en los Ángeles California: Edwin Carewe, reconocido productor y director de cine con cierta trayectoria en Hollywood. Dolores lo deslumbró con una ejecución de baile creada por ella misma. En éste, un baile interpretativo, relató una pequeña historia con inteligentes movimientos llenos de encanto y gracia. Al instante despertó sin proponérselo admiración, respeto e interés en el connotado director de cine, ya para entonces prendado de la belleza y el talento de la bellísima mexicana a quien no tardó en ofrecerle un contrato para trabajar en Hollywood.
 
 
Jaime Martínez del Río, consciente de su situación en esos momentos, persuadió a Dolores para que aceptara la oferta de trabajo. Entre sus planes estaban los de procurarse una carrera en los estudios de cine como guionista. Después de un intenso desacuerdo con la familia de su esposo, que él mismo no tomo mucho a parecer, el 26 de agosto de 1925, a la edad de 21 años, la próxima estrella latina de cine en Hollywood llegaba a los Ángeles. Las puertas de los estudios se abrían a la bella joven de ojos grandes y profundos; de danzas sugestivas y personales.
 
 
Un día después de que Dolores llegara a los Ángeles, Carewe se consagró a ella y preparo su lanzamiento en las pantallas de su país. Esta devoción, no se sabe si fue por el amor que en secreto ya le profesaba o sólo la inercia de las formas de trabajo, muy del estilo Hollywodense. Inmediatamente le preparó una prueba fílmica y le contrató para su manejo de imagen a uno de los publicistas más reconocidos en el medio: Henry Wilson. Lo primero que entre ambos decidieron, fue el nombre artístico. Conservaron únicamente el primer nombre y de los apellidos el último, el de casada: Dolores Del Río; la “d” mayúscula era un truco publicitario.
 
 
Es así como aquella hermosa mujer de procedencia aristocrática, educación conventual y con un modo muy personal de interpretar el baile y la danza, se embarcaba en las turbulentas aguas de la industria más potente e influyente de los mercados cinematográficos. En esos años, artistas de todos los países: directores, actrices, actores, fotógrafos... llegaban a la tierra de las oportunidades y junto con ellos, la posibilidad del crecimiento y desarrollo del nuevo arte.
 
 
La primer película en que trabaja, “Joanna”, como estrella de la First National, interpreta a Carlotta de Silva, una nebulosa Vampiresa de origen entre español y brasileño, que con el tercer crédito no la dejó nada satisfecha. Mas su espíritu, coraje y disciplina la mantienen en la lucha por sobreponerse e imponerse a este mundo del cine mudo de los veintes.
 
 
Gustavo García dice que “...sus buenas películas yanquis lo son por un trabajo ajeno a ella, por el buen oficio de los directores” (GARCÍA G., 1983: 26). Nosotros aquí agregaríamos algo que señala David Ramón: “Gracias a la cámara de Robert Kurrie, el mismo en su prueba fílmica y “Joanna”, la imagen de Dolores quedo tan bien fijada en el imaginario de los espectadores que la vieron, que el 25 de enero de 1926 comenzaba a filmar otra película, ya como estrella invitada: “The whole town´s talking” Que escándalo!). Película dirigida por Carl Laemmle, una de las grandes figuras de Hollywood” (RAMÓN D., 1997(a): 25-26). Lo cual parecería una obviedad, pero es importante resaltar que, efectivamente, el trabajo en que destaca cualquier actriz es resultado muchas veces de un trabajo colectivo y principalmente en un a industria que pone muchos recursos creativos, humanos, materiales, técnicos... para respaldar el trabajo de una actriz; máxime si ésta está destinada al estrellato.
 
 
La película en la que Dolores sería ya la estrella principal, empezaría a rodarse en marzo de ese 1926, “Pals Firt”, que pasó sin pena ni gloria; pero la trascendencia de esta película es que en algún sentido le abrió la puerta para que interpretara Charmaine una muchacha francesa, apasionada y sincera, en su primer película realmente importante: “What price Glory?” (El precio de la gloria) dirigida por Raoul Walsh quien trabajaba para la Fox Company (años más tarde la Twenty Century Fox). What price Glory? Fue todo un éxito de taquilla y público. La crítica se mostró complacida con su trabajo, no sólo resaltó su belleza, sensualidad y erotismo, sino su calidad interpretativa, su actuación.
 
 
En el año de 1927 le llega la oportunidad de trabajar en un proyecto sumamente ambicioso: “Resurrección”, adaptación de la novela de Tolstoi, que ya había tenido tres versiones anteriores. En esta película Dolores interpretaba a Katiuska, la humilde servidora de las tías de un príncipe ruso que una noche se entrega a él por amor. Una atribulada rusa, en palabras de Gustavo García.
 
 
El estreno fue el 27 de mayo de ese mismo año. Si con su actuación en “El precio de la gloria” ya había dado muestras de sus estupendas cualidades interpretativas, en esta película sólo reafirmó aquello de lo que ya había dado muestra. “El New York Times publicaba en sus páginas: Pocas actrices de cine han dado alguna vez una actuación tan fina en un papel tan difícil; bajo la guía de Mr. Carewe, Miss Del Río dota de vida este personaje. La revista Photoplay publicó: La poderosa historia de Tolstoi convertida en una de las mejores películas de la temporada por Edwin Carewe, presenta a Dolores Del Río, como una de nuestras más grandes actrices (RAMÓN D., 1997(a): 29). El estrellato tan anhelado, con esta película  por fin llegaba.
 
 
Al éxito de Resurrección, le siguió el de “Carmen” cuya publicidad anterior al estreno rezaba: “Dolores Del Río es la más hermosa de todas las Cármenes” (RAMÓN D., 1997(a) :32). “Después del estreno el crítico del New York Times escribió: La caracterización de Miss Del Río hace parecer a todas las Carmenes del pasado relativamente conservadoras (Ibidem).
 
 
El último éxito de estos años que consiguió bajo la dirección de Edwin Carewe fue “Ramona”. La crítica nuevamente se deshacía en elogios para Dolores y el New York Times publicaba: “La elección de Dolores Del río para el papel de Ramona es excelente. Su interpretación es un logro. Ni por un momento se sobreactua a pesar de que llora y está histérica durante toda la película. Es extremadamente cuidadosa en todos los estados de ánimo de su personaje, su belleza es otro punto a su favor” (RAMÓN D., 1997(a) :35).
 
 
En 1928 firma con la United Artist un contrato de exclusividad que le permite un cierto grado de independencia.
 
 
El 6 de agosto de 1930 se casa con Cedric Gibbons, después de un romance que comenzó en el castillo de St. Simeon propiedad del magnate de la prensa estadounidense, Randolph Hearst y su esposa, la prefabricada actriz, Marion Davies.
 
 
Cedric Gibbons fue quien a decir de Gustavo García le dio, no el estilo a Dolores del Río, sino el artificio. “Gibbons era el artesano adecuado para hacer de Dolores del Río una presencia que desbordara (o habitara insolentemente) cualquier personaje” (GARCÍA G., 1983: 26).
 
 
Ésta es quizá la etapa más interesante de Dolores del Río en Hollywood, o si no la más interesante, si en la que más pudo cosechar éxitos como resultado de la ecuación taquilla-público con una destacada actuación. Las películas que después vendrían, y junto con ellas la crítica, sólo estarían dedicadas a ensalzar su belleza y exotismo, mirando de soslayo, su capacidad artística e interpretativa. Más que antes, Dolores interpretará para Hollywood lo que éste elegirá como suyo: “La belleza exótica, el rostro inmaculado que, al ponerse en movimiento, revela alegrías salvajes, el ímpetu de quien no está condicionada por la civilización. Dolores, en What Price Glory? o en Bird of Paradise o en de Red Dance o en The Girl of the Río será la presencia que nos da la medida deseable del primitivismo, la fiera redimible por el amor y la cultura occidental(...)La estratificación se impone. Dolores es la irrupción del instinto o es la serenidad de la belleza” (MONSIVÁIS C, 1983: 12-14).

 
Las Abandonadas

 
Dolores del Río: Profeta en su tierra
 
1942 es un año de relativa estabilidad política en el país. El presidente Ávila Camacho iniciaba su segundo periodo presidencial y la revuelta Enriquista parecía un desagradable y lejano recuerdo. El partido comunista en México vivía en la clandestinidad y la Segunda Guerra Mundial daba visos de que Alemania se debilitaba. Los círculos intelectuales y artísticos del país no disimulaban sus simpatías por Troski o Stalin, pero tampoco ocultaban la admiración que despertaba en ellos la inteligencia la belleza y la sensibilidad de la recién desempacada de Hollywood, que sólo seis años antes había asistido a la inauguración del Palacio de Bellas Artes en 1934.

Alfonso Reyes, Clemente Orozco, Diego Rivera y Frida Khalo, Carlos Chávez, Carlos Peliccer y Salvador Novo son sólo algunas de las figuras del arte y la intelectualidad del país que no únicamente dan muestras de admiración y respeto a la persona de Dolores del Río, sino que pasan a formar parte del selecto círculo de amistades de la actriz mexicana con una carrera reconocida en Hollywood.
 
 
Eran muchas las ofertas de trabajo que se le presentaron a Dolores del Río a su llegada a México, pero el primer proyecto en el que se interesó fue “Flor Silvestre”, la adaptación de la novela del, no muy conocido, escritor Fernando Robles: "Sucedió Ayer".
 
 
Las reuniones de trabajo para la preparación del rodaje empezaron a efectuarse a finales de 1942. El productor de Films Mundiales, Agustín J. Fink, había decidido darle la oportunidad a Emilio “El Indio” Fernández, ya que la persona que tenía contemplada, Alejandro Galindo, se encontraba con muchísimo trabajo. La adaptación de la novela la haría Mauricio Magdaleno y la fotografía sería responsabilidad de Gabriel Figueroa. El rodaje se inició el 11 de enero de 1953.
 
 
La película estuvo a punto de ser censurada, pero Dolores utilizó toda su influencia para que las peticiones por parte del ejército para que no se exhibiera quedaran sin efecto. El estreno de la película estaba programado para el día sábado de gloria del 24 de abril. El estreno de gala se realizó en el Palacio Chino. A la función se presentó muy poca gente y la estrella no pudo simular su turbación, a la que Diego Rivera procuró despejar con unas palabras.
 
 
En “Flor Silvestre” Dolores del Río “...encarnaba magistralmente al ideal de la mujer mexicana campesina, el más alto modelo de hermosura física y espiritual...” (RAMÓN D., 1997(b): 17). Palabras que un viejo amigo de la estrella le hizo llegar al día siguiente de la presentación de la película.
 
 
Desde ésta, su primer película, las características de la mitología que caracterizó a  Dolores del Río quedarían definidas perfectamente desde un punto de vista sociológico: “…el personaje único de Dolores carece de voluntad porque su gran pasión es el sometimiento (a la familia, al amante, a la vida). Ella es en la pantalla una forma suprema, pero el guión le exige al personaje depositar el sentido de su existencia en otras manos” (MONSIVÁIS C., 1992 :18).
 
 
En “María Candelaria”, continuara la figura de Dolores sometida a las exigencias del guión y a las de la vida del personaje, marcado por la fatalidad de su destino. Permanecerá confinada al racismo y al sexismo interno (encarnado en el Indio Fernández), negada al goce, al júbilo. Será el relicario de los sufrimientos y la dignidad. Este será el precio que deberá pagar la estrella por la apuesta plástica, artística  y emblemática de su director en la búsqueda de una identidad de lo mexicano y la belleza nacionalista desde las posibilidades del lenguaje de la más reciente de las artes. Pero la artista se siente a gusto ahí. Es lo que vino a buscar a su país, la posibilidad de brindarse a su arte; la alternativa que le permitiese explorar y explotar sus virtudes expresivas, estéticas y artísticas más allá de la belleza física.
 
 
Así “María Candelaria” empieza su filmación el 15 de agosto de 1943, con la disciplina férrea de la actriz, que en el ánimo de sacar adelante la producción no le importaron las condiciones adversas ni las incomodidades que representó el rodaje; como tampoco los exabruptos del Indio, demostrando que una actriz, una artista puede ser una estrella; pero no siempre una estrella será una actriz. Para la interpretación y la actuación se requiere amor, convicción por lo que se está realizando. Disciplina. Y estas cualidades caracterizaron a Dolores del Río no sólo en ésta película, con la anécdota del jacal que hizo las veces de camerino durante el rodaje y en el que Dolores se comportaba con toda naturalidad como si se tratase del mejor bungalow de Hollywood, sino la ocasión en que por exigencia del director en "Carmen", Dolores se pasó toda la filmación descalza pues el director concebía al personaje totalmente anticonvencional.
 
 
Al siguiente día del estreno Efraín Huerta publicaba: “Dolores del Río logra su máxima altura, su consagración como actriz poderosamente dramática, incluso en los escorzos más rebuscados, no pierde el tinte sombrío de mujer perseguida” (RAMÓN D., 1997(a):21). Después filmaría “Las abandonadas” donde interpretaría a una madre que echa mano de cualquier tipo recurso para sacar adelante la educación de su hijo. El rodaje se inició el 22 de mayo de 1944 en los estudios CLASA y el de “Bugambilia”, en noviembre de ese mismo año.
 
 
En la película “Las abandonadas” el personaje que Dolores interpretó va sufriendo una evolución que va de la frescura de la juventud, matizada en el primerísimo plano cuando presentan al personaje de Dolores en las playas de Veracruz con su larga y suelta cabellera, al esplendor excepcional capturado por el virtuosismo de Gabriel Figueroa en el momento que Dolores aparece con ese deslumbrante vestido blanco y largo por la escalera, para terminar con la más profunda decrepitud del personaje cuando su hijo le da una limosna y nuevamente el primer plano hace su aparición dejando en la memoria del espectador aquel rostro que le puede resultar tan admirable, como alejado y distante. Porque es difícil creerle como lo señala Monsiváis: “por su perfección de dama de sociedad, claramente dibujada en la escena de la escalera, y por la sucesiva irrealidad de sus papeles de Sufrida Mujer, de sus poses de abandono y sumisión, muy presentes en el desarrollo de la película y llevadas a su máxima expresión en la escena final (MONSIVÁIS C., 1983: 16). La película se estrenó en el cine Chapultepec el 18 de mayo de 1945.
 
 
El fin de la relación de trabajo de Dolores del Río y el equipo encabezado por El Indio con la compañía Films Mundiales llegó con la muerte de Agustín J. Fink. Carlos Garrido Galván, un abogado con espíritu de comerciante, fue quien sustituyó a Don Agustín y prácticamente echó de ahí a Dolores, “El Indio” Fernández, Gabriel Figueroa y Mauricio Magdaleno al conjuro de no quiero genios. Se cerraba así un ciclo en la vida artística y profesional de la actriz que había conseguido enamorar a su público con interpretaciones tan melodramáticas como artísticas. “La naturaleza –infiere la lógica del melodrama- la ha bendecido en demasía y debe expiar su culpa” (MONSIVÁIS C., 1983: 17).
 
 
El mito de Dolores del Río, en realidad, se empezaría a construir en esta etapa al lado de quien la entronizara como una estupenda interprete, Emilio “El indio” Fernández.
 
 
Después vienen un par de películas realizadas al lado de Gavaldón, otro de los grandes directores de la época: “La otra” y “La casa chica”. De éstas dos, la primera es considerada por muchos críticos como la mejor película de Dolores, al lado de “Doña Perfecta” de Alejandro Galindo. Desde el punto de vista Monsiváis,  estos son los personajes más genuinos, porque en ellos es imperativa, cruel y alejada de cualquier humillación. En los filmes de Gavaldón, éste la rodeará del marco de tramas delirantes y en “Doña perfecta”, Galindo la usará en una insólita empresa clerical.
 
 
La lista de sus películas aún es significativa. Lo mismo hizo películas en Argentina, que en España con su primo Julio Bracho y, por supuesto, también llegó a filmar con el director con quien siempre deseó trabajar: John Ford. Su trabajo es vasto y si se juntan las dos cinematografías muchas de sus películas quedan fuera de los propósitos de este trabajo, pero si hubiese que glosar lo expuesto, nos parece que Carlos Monsiváis lo hace muy bien en la siguiente cita:
 
 
“En el Hollywood de los veintes y treintas es la nativa bellísima, sensual de facciones iluminadas por la ira y el amor, feliz porque así lo dicta el instinto, arrebatadamente primitiva. En México se le pide la pérdida de vitalidad. ¿Para qué la necesita? A ella le toca interpretar a la mexicana deslumbrante y hierática. Y al espectador sólo se le exige un reconocimiento: allí, frente a mí, está el resplandor de los orígenes; así, como Dolores, debió ser la primera mujer mexicana, de pómulos que realzan el rostro, de pureza de trazo, de lejanía psicológica marcada por las buenas costumbres, de disposición sacrificable al mando de las emociones legítimas (digamos el llanto, la sumisión, el arrepentimiento, la súplica)” (MONSIVÁIS C., 1999: 11).

 
Ave del paraíso

 
BIBLIOGRAFÍA

-GARCÍA, Gustavo, “Retrato de una dama” en Jorge Ayala Blanco, Gustavo García y Carlos Monsiváis, Dolores del Río, Festival de Cine Iberoamericano, Huelva, España, diciembre de 1983.

-RAMÓN, David, “Los directores: 1971-1995: de la crisis a la esperanza”, en SOMOS 100 años del cine mexicano, edición especial, año 8, núm. 5, 1998.

-______, Dolores Del Río, Clío, Volumen I “Un cuento de hadas”, México, 1997.

-______, Dolores Del Río, Clío, Volumen II “Volver al origen”, México, 1997.

-MONSIVÁIS, Carlos, “Las mitologías del cine mexicano”, en Intermedios, núm. 2, junio de 1992.

-___________, “Las responsabilidades de un rostro” en Jorge Ayala Blanco, Gustavo García y Carlos Monsiváis, Dolores del Río, Festival de Cine Iberoamericano, Huelva, España, diciembre de 1983.

-___________, Rostros del cine mexicano, AMERICO ARTE EDITORES, Italia, 1999.

 

viernes, 12 de abril de 2013

Mi nueva casa



Martin Stranka
(And Then I Found Him)



Me gustaba visitar el panteón una vez al año. No en su primavera a pleno inicio de noviembre sino pasada su veintena.

Una pausa para un ramo de flores y varios metros por delante. Llegando al punto de mi cita, colocaba mi ofrenda sobre la tumba y empezaba mi monólogo en silencio. Me gustaba la paz del lugar, el rumor de aquellas solitarias tardes y ese ritual que había heredado de mi madre.

Hoy me escolta una procesión de personas, en realidad pocas y creo conocer a todas. Me acompañan a lo que denomino mi mudanza al nuevo hogar.

Viajo ligero, apenas con lo puesto.


miércoles, 10 de abril de 2013

La analogía del trovador y el juglar: Facundo Cabral


EL TOVADOR ESPIRITUAL



De los trovadores hasta este momento presentados,
el de hoy, por definición, es espiritual.

Él era un mordaz crítico de la sociedad,
así como de la conciencia individual.

Un agitador del yo: su ser y su estar
envueltos en el ruido de la vorágine social.

Le caracterizaban sus largos preámbulos;
sus largos monólogos llenos de anécdotas,
de humor, de alegorías o de parábolas,
algunas, previas a sus canciones.

Parecía un predicador haciéndose acompañar
por sus cuerdas con su esperanzador,
esclarecedor y motivante canto.

Parecía enarbolar un sutil discurso filosófico
sustentado en lo ontológico,
en la existencia y su tránsito,
en las vicisitudes de la cotidianeidad.

Parecía declamar ante su público:
declamación bordada de reflexiones,
de personales vividas y simpáticas reflexiones.

Era él y sus discursos,
él y su guitarra,
él y su poesía, su prosa.

Él y sus ideas,
sus luminosas ideas.

Nacido en la plata por 1937
y ultimado en Guatemala apenas en 2011.

Él, que tanto se cuidaba de los pendejos,
tuvo la desgracia de toparse con algunos de ellos.

Él, que ya no es de aquí, se fue de este mundo…
tampoco es de allá, porque permanece con nosotros.

Él, el siempre maestro, poeta. filósofo y trovador:
Facundo Cabral.